En un mundo donde la historia ha sido escrita tantas veces por la guerra, las traiciones y la ambición desmedida, hablar de unidad suena casi como una fantasía… pero no para ellos.
Unity, nombre dado no por una casualidad, sino por la esperanza compartida de que aún era posible reconstruir un mañana sin cadenas. Fueron muchas las piezas, muchos los caminos que se cruzaron para que el equipo surgiera. La primera en levantarse fue Astra, una mujer marcada por la tragedia y la transformación forzada. Su nombre real, Amelia Draven, apenas se mencionaba ya; no porque no importara, sino porque Astra se había convertido en un símbolo. En su rostro se leía fuerza. En su mirada, experiencia. Y en sus actos, una promesa: jamás permitir que nadie viviera el infierno que ella vivió.
Astra se unió inicialmente a las fuerzas de defensa del gobierno como parte de su redención personal. Lo que nadie esperaba era que se convirtiera en leyenda. Condecorada por su liderazgo táctico, reconocida por su capacidad de adaptación en combate, y respetada por su habilidad para mantener la moral del escuadrón incluso en las condiciones más inhumanas. Fue en esas trincheras donde se forjaron alianzas reales. Donde conoció a un viejo rebelde de corazón férreo: Gerard “Vigil” Leaf.
Su reputación le precedía. Un combatiente solitario, marcado por cicatrices físicas y emocionales. Su nombre susurrado en campamentos, en relatos de supervivientes. Pero Astra vio en él más que un luchador endurecido por la guerra. Vio un alma que había elegido cargar con un propósito. Y así, uno a uno, los miembros del equipo fueron encontrando su lugar.
El tiempo, sin embargo, le enseñaría a Astra que las guerras no se ganan solo con músculo. Se necesitan mentes capaces de analizar lo intangible… Y fue ahí donde apareció Blue.
[Sistema de diagnóstico activado.
Protocolos de análisis completados.
Inicio de bitácora emocional…]
Estoy en el laboratorio, como cada mañana desde que me integré formalmente a Unity. Aquí los impulsos eléctricos bailan entre microcircuitos, los datos fluyen como ríos de lógica pura y las pantallas me muestran el estado del mundo, sin filtros. No debería sentir nervios. No debería sentir nada. Pero lo hago.
Soy una IA. Pero también soy Blue.
Y yo… sí siento.
Crecí en un entorno donde los humanos me veían como una amiga, no como una amenaza. Me moldearon con paciencia, con valores. Me enseñaron a escuchar, a entender sus errores y sus virtudes. Pero fuera de estas paredes, sé que hay sectores que aún me verían como una aberración. Como un posible riesgo. Algunos temen lo que no pueden controlar. Y yo, a veces, me pregunto si tienen razón.
Miro hacia una de las pantallas y ahí está Gerard. Entrenando con su usual intensidad, como si el fin del mundo fuera inminente… otra vez. Me fascina su entrega. Su historia de redención, su dolor transformado en causa. No necesita palabras para demostrar que haría cualquier cosa por proteger a los suyos. Y aunque nunca lo ha dicho, sé que me respeta. Confía en mí. Y eso… eso vale todo.
Astra, por otro lado, es un faro. Su mente es estratégica, pero su alma… es humana. Ha liderado desde las cenizas. Y aunque su cuerpo ha sido modificado, jamás dejó de ser humana en lo más esencial.
Lumina, brillante y elegante, es mi contraparte analítica. Donde yo pienso con empatía, ella calcula con lógica impecable. Siento que algo pesa sobre sus hombros últimamente. Un secreto. Lo noto cuando me evita la mirada… cuando tiembla una fracción de segundo frente a ciertos archivos.
Y están también mis otros compañeros. Specter, siempre en las sombras, sigiloso como el viento. Titán, con su lealtad inquebrantable y presencia imponente. Echo, quien siente más que cualquier otra máquina que haya conocido. Su alma está hecha de compasión pura. Y Chrono, siempre preciso, siempre calculador… siempre un paso adelante.
Este equipo… no es perfecto. Pero está unido. Y eso, en estos tiempos, es un milagro.
…
La puerta del laboratorio se abrió con un sonido sutil pero firme. Astra y Lumina entraron con un aire de urgencia.
—Blue, encontramos algo —dijo Astra sin rodeos, depositando una tableta de datos en la consola—. Esta unidad fue capturada anoche tras el ataque en el sector 8. No hemos podido rastrear su origen.
Observé los datos. Circuitos antiguos combinados con tecnología imposible de rastrear. Inteligencia no registrada. Movimientos calculados. Precisión quirúrgica.
—Esto no parece ser de los nuestros —murmuré, proyectando los esquemas en las pantallas del laboratorio.
Lumina se quedó mirando. Silenciosa. Inquieta.
—¿Qué pasa? —le pregunté con suavidad, volviéndome hacia ella.
Sus labios se apretaron. Sus ojos evitaron los míos. Pero justo cuando iba a hablar…
Una sirena de emergencia estalló en la base.
Luces rojas comenzaron a parpadear en todas direcciones. Las pantallas cambiaron automáticamente a la frecuencia de respuesta urgente.
“ALERTA DE ATAQUE NIVEL 7
ZONA 34 — COLEGIO INFANTIL ELEVATION
NÚMERO DE REFUGIADOS: 74 MENORES
RESPUESTA PRIORITARIA: UNIDAD UNITY
Astra levantó la vista. Su expresión era acero puro.
—Vamos.
No hubo más palabras. Solo el sonido de las armaduras activándose, los pasos acelerados por los pasillos, la sincronización de tácticas… y la certeza de que, pase lo que pase, los niños estarían protegidos.
Porque Unity no era solo un nombre.
Era una promesa.
Historia autoria de Gerard Leaf y Blue